Con faldas y volantes

Sin palabras. Ya echábamos de menos la interpretación cinematográfica de este genio del cine. Y ha sido con Gran Torino, una película en la que Eastwood interpreta a un ex combatiente de la guerra de Corea que sufrirá una gran evolución a lo largo de la película, en la que pasará de ser antagonista al protagonista aclamado por el público. Sus prejuicios con sus vecinos chinos van desapareciendo poco a poco hasta que el espectador puede ver cómo llega a considerarlos más próximos que su propia familia.
Golpes de humor, ácido por supuesto, y sarcasmo se mezclan con un drama que termina con el mejor final posible, esperado en cierta medida, que no dejará indiferente a ninguno de los presentes.
Una temática a la orden del día, como es el racismo, las bandas y la hipocresía que junto al toque de El Maestro será la mejor fórmula del éxito; un éxito que todo el mundo esperaba, incluso los más escépticos.
El Gran Torino, será el símbolo central y el armazón del argumento que, incluso, dará nombre a la película.
Unas interpretaciones exquisitas, tanto por el actor protagonista como por el resto del reparto, que enjuagado con una excelente banda sonora, pone la piel de gallina, sobre todo, porque todos los indicios muestran que posiblemente Gran Torino sea la última obra maestra de Clint Eastwood. Sinceramente, espero equivocarme.